Cónclave (elección del Papa)
Esta palabra significa literalmente «cerrado con llave» (llave se dice en latín: clavis). Posteriormente, pasó a designar la reunión de cardenales para elegir un nuevo Papa bajo la guía del Espíritu Santo. Las reglas estrictas que rigen el cónclave existen desde el siglo XIII y buscan conservar las deliberaciones en secreto, libres de las influencias políticas y de la simonía. Sólo cuando el Papa ha sido elegido, la sala de reuniones se puede abrir y los cardenales electores entran en contacto con el mundo exterior. Desde el final del Gran Cisma de Occidente en el siglo XV, todos los cónclaves se han realizado en la diócesis de Roma, excepto uno, cuando fue elegido Pío VII durante el periodo revolucionario (1800). A partir de 1447, los conclaves se celebraron, primero, en el convento dominicano de Santa María sopra Minerva y luego, en el Vaticano, en la capilla del Santísimo Sacramento, en la Capilla Paulina y, finalmente, en la Capilla Sixtina. Para que un candidato sea elegido papa debe obtener dos tercios de los votos. Tradicionalmente, en el cónclave la elección se puede hacer por escrutinio de votos, por compromiso (cuando, en caso de bloqueo, una delegación de cardenales propone un candidato a los demás) o por inspiración (es decir, cuando los votantes ratifican unánimemente por aclamación la elección un cardenal). Sin embargo, esta última posibilidad fue sido suprimida por una reforma realizada por Juan Pablo II. Después de cada elección, los cardenales le comunican los resultados al mundo por medio de la quema de las papeletas. Si el humo emitido es negro, el escrutinio no tuvo éxito; si el humo es blanco, un nuevo Papa ha sido elegido.